Tu problema es tu regalo.

Las crisis son inevitables. Son parte de la vida. Nadie escapa a ellas. La vida encuentra siempre una forma de ponernos a prueba. Se pueden presentar como dificultades en las relaciones, gente que enferma, accidentes,  personas que mueren, cambios inesperados, pérdida de algo o alguien que teníamos. 

Las crisis pueden hacernos pasar por periodos en los que lo conocido deja de serlo y nos sentimos perdidos, confundidos, sin saber que hacer, sin tener claro adonde ir. Durante una crisis  puede inundarnos la angustia, el miedo, la tristeza, la soledad, la falta de motivación,  una sensación de vacío o de estar en el aire e incluso una pérdida de las ganas de vivir, y de encontrarle sentido a nuestra vida. 

Todas estas experiencias que nos causan sufrimiento  pueden hacernos interpretar las crisis como una amenaza, como algo negativo, algo malo que nos está sucediendo. Pero tenemos otra posibilidad que es  verlas y  afrontarlas como momentos de nuestra vida que traen consigo un poder de gatillar procesos de cambio, de transformación, de metamorfosis que nos impulsan a dejar atrás lo que no nos sirve, lo que está obsoleto. 

La crisis sería equivalente al gatillante que hace que la oruga, que es este ser devorador, ávido y que se arrastra,  inicie el estado de pupa o de crisálida, a través del cual y pasando por una transformación muy grande  llega a convertirse en mariposa, que es por el contrario un ser muy ágil, rápido y que tiene la capacidad de volar. Pero la oruga no puede llegar a convertirse en mariposa sin haber pasado por ese proceso.

En muchos casos las crisis se resuelven sin ayuda profesional, la propia experiencia y apoyo de amigos y seres queridos es suficiente para encontrar un nuevo equilibrio. Sin embargo, hay casos en los que ninguno de los apoyos con los que contamos es suficiente y es aquí cuando una psicoterapia puede ser determinante. 

Es en estos casos que el apoyo psicoterapéutico puede transformarse en el medio a través del cual tu crisis y tu malestar puede transformarse en gatillantes de mucho crecimiento,  de cambio, de transformación, donde lo que nos aflige y  que nos remece puede impulsarnos a recorrer un camino que nos lleve a conocernos y entendernos más, a reconocer lo que somos y también lo que no somos, a dejar atrás lo que ya no nos sirve, a reconciliarnos con nosotros mismos y con la propia historia. Incluso a reencontrarnos con el sentido de nuestra vida.  

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