Me dedico a acompañar a personas que se encuentran pasando por una crisis, para que puedan usar a estas mismas dificultades como un camino para el crecimiento y desarrollo personal a través de la terapia.
Recuerdo que desde pequeña que me he conmovido por el sufrimiento. El sufrimiento que veía en mi, en otras personas, pero también en otros seres. Desde ahí ha surgido una necesidad de poder comprender porqué estamos en el mundo y el porqué sufrimos. Estas ansias me han llevado a buscar respuestas en el conocimiento, en la razón, pero por sobre todo en la espiritualidad.
Cuando tenía 22 años y estudiaba medicina en la Universidad de Santiago, pasé por un periodo de profunda crisis existencial, que me hizo conocer la desesperanza, la tristeza y la falta de sentido vital, a pesar de llevar una vida en donde aparentemente lo tenía “todo”. Tenía un vacío interno, que nada lograba llenar.
Un día llegó a mis manos un libro que inició en mi, un proceso radical de transformación interna que perdura hasta hoy. Este libro que relataba la vida del Buda Shakyamuni, explicaba las causas del sufrimiento y parte de la filosofía budista. El encontrar en este texto ideas que resonaron en mi, hizo que comenzara a meditar, a estudiar y a encontrar respuestas y alivio frente a lo que me sucedía.
Después de egresar como médico, trabajé durante un par de años y me di cuenta de que quería ser psiquiatra. Al poco tiempo de ingresar a la formación como especialista de psiquiatría en la Universidad de Chile empecé a darme cuenta que muchas de las ideas, teorías y conceptos relacionados con las “enfermedades psiquiátricas” se me hacían extremadamente simplistas, reduccionistas y patologizantes de las experiencias humanas de sufrimiento psíquico.
Cuando ya me había graduado de psiquiatra y trabajaba en mi consulta privada y en un hospital, esta idea comenzó a transformarse en una sensación incómoda que me embargaba, que me hacía de alguna forma sentir en deuda con los pacientes que atendía, porque me parecía que las herramientas con las que contaba para comprender lo que les pasaba estaban centradas en clasificaciones diagnósticas que etiquetaban muchas experiencias y estados y que terminaban – casi irremediablemente- en la prescripción farmacológica de medicamentos que si bien a veces eran útiles, otras no lo eran y por el contrario; no llevaban a las personas a un camino de encuentro de la verdadera causa de sus padecimientos. Motivada por ello, realicé un diplomado de meditación y psicoterapia, así como un instructorado de yoga.
En los años siguientes inicié un profundo camino de autoconocimiento a través de la vivencia de varios retiros o procesos SAT, donde conocí a la persona que más influencia ha tenido en mi vida, el psiquiatra chileno y maestro espiritual Claudio Naranjo Cohen. Encontré en él a una persona que había hecho recorrido muy profundo como psicoterapeuta, pero por sobre todo como un buscador de la Verdad. A través de Claudio conocí el uso chamánico de plantas maestras como herramientas para la exploración de la consciencia y la sanación interior.
Al poco tiempo decidí ir a conocer la selva Colombiana y acompañada por un hombre vegetalista, (persona que conoce y administra plantas con fines medicinales) fue que tuve un primer momento de comprensión profunda: vi muy claro que yo había sido entrenada en mi formación académica para funcionar dentro de un sistema de pensamiento particular, que si bien útil para muchos padecimientos, no lo era para todos y se hizo muy evidente y necesario que apenas pudiese yo debía incluir otros caminos más amplios, más abarcadores en mi trabajo terapéutico.
Movida por esta experiencia y la influencia de Claudio, decidí probar San Pedro -un cactus andino que contiene mescalina- en contexto chamánico. Ese día marcó el inicio de una nueva etapa de mi desarrollo psicoespiritual, pues conocí a través de mi propia experiencia, el poder sanador del de estas plantas maestras en el corazón y mente humanos. Y con ello comencé a cuestionarme, no sin sentir frustración, del porqué estas medicinas no estaban disponibles para todos.
Los años siguientes continuaron con mucho movimiento: me fui a vivir al Reunio Unido para estudiar un Magíster en Estudios de las Adicciones en King’s College London el cual culminé con una tesis dedicada a estudiar el uso microdosis de LSD; y al año siguiente me fui a vivir a Barcelona para cursar un Master en Psicoterapia Integradora Humanista, en el Instituto Erich Fromm. Durante esos años en Europa trabajé como psiquiatra para Kosmicare, una ONG Portuguesa que entre otras cosas presta apoyo a asistentes de festivales de psytrance que se encuentran pasando por experencias desafiantes bajo el uso de psicodélicos y otras sustancias.
Actualmente vivo en Santiago de Chile y trabajo en mi consulta privada, donde atiendo a mis pacientes aplicando un enfoque terapéutico que pretende ser integrativo, que incluye a diversos modelos psicoterapéuticos: la terapia de la Gestalt, el enfoque existencialista, la psicología budista junto a prácticas contemplativas como la meditación, la Terapia Centrada en la Compasión y el uso de otras técnicas psicodélicas como el uso de música, técnicas de respiración y por supuesto al modelo biomédico que comprende un uso racional de psicofármacos en los casos en que pueden ser de ayuda y cuando la persona así lo acepta, incluyendo la prescripción de Ketamina como opción para tratamiento de depresiones resistentes a tratamiento.
Para mi, la recuperación de la salud es un proceso que se favorece en un ambiente de cooperación entre la terapeuta y la/el paciente, basado en la empatía, la presencia, y la aceptación incondicional. Donde juegan un rol muy importante el poder volver al equilibrio no solo en el plano emocional/mental, sino tambien en el plano de la salud física y relacional, favoreciendo o recuperando la práctica de hábitos saludables como un buen dormir, destinar tiempo para el descanso y el placer, el ejercicio fisico regular, el tiempo con los amigos/familia y una dieta saludable basada en plantas.
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